“Danos entrañas de misericordia…”

No quiere ser una “linda frase” elegida para maquillar una celebración de ordenación diaconal. Mucho menos es un querer cumplir con una tradición por costumbre. Les confieso y comparto, hermanos, que es un anhelo profundo que brota de las mismas entrañas. El camino hacia la ordenación diaconal, y en sintonía con lo que voy experimentando como deseo del modo de ser hermano menor y de cómo sueño la Iglesia, quise que estuviera centrado en una de las notas que considero que más describen el rostro de Dios que nos reveló Jesús de Nazaret: las entrañas de misericordia. Eso recé en mis días de retiro previo a la ordenación, eso quise que resonara en la ordenación diaconal y por ahí va mi corazón hoy. Y la imagen de “la edad de la ternura”, del pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamin, vino a ponerle rostro (y rostro latinoamericano) a ese anhelo de abrazar tierna y entrañablemente todo, especialmente lo frágil, pobre, sufriente y marginal al modo de Jesús.

¿Sobre la ordenación y lo vivido el fin de semana? Les puedo compartir que fue verdaderamente una gran fiesta comunitaria en la que celebramos la vida. Concretamente la misma fue el sábado 27 de mayo a las 19:00 hrs en la Iglesia San Francisco Solano de Río Cuarto y fue presidida por Mons. Adolfo Uriona, fdp, Obispo de Río Cuarto. De todos modos ya desde bastante tiempo antes la comunidad del convento de Río Cuarto, mis hermanos de fraternidad y muchas otras personas (familiares, frailes, religiosas, laicos) se fueron movilizando y trabajando mucho para que ese día fuera la fiesta que finalmente fue.  Compartimos ese fin de semana con familiares; muchos jóvenes de la comunidad de la Casa de Jóvenes y también de Lanús;  alumnos y profesores del colegio y hermanos y hermanas de la OFS de Villa Mercedes; la comunidad de Río Cuarto (del convento y del colegio); la OFS de Río Cuarto;  la fraternidad itinerante que fue de La Quiaca a Ushuaia (quienes llegaron de sorpresa!); la fraternidad del postulantado y la del noviciado interprovincial y hermanos de otras casas. Todo esto junto a tantos que se hicieron presentes a través de llamados, mensajes o mails. ¡Mucha vida compartida! Por todo esto, estoy profundamente agradecido por tanto recibido, compartido, celebrado y rezado en fraternidad y comunidad donde se pudo percibir algo de esas entrañas de misericordia anheladas.

Desde ese testimonio de servicio, de donación y de amor que han brindado tantas personas y habiéndoseme lavado los pies de tantos modos distintos  (metafórica y literalmente en la misma celebración), sólo espero que este diaconado que “estreno” y que decididamente no me pertenece, lo exprese también en servicio, donación y manifestación de las entrañas de misericordia de Dios para que, como parte de y junto a esta querida fraternidad provincial de San Francisco Solano podamos, parafraseando la plegaria eucarística que me iluminó este tiempo, ser un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos (especialmente los sufrientes y marginados) encuentren en nosotros – por nuestro testimonio – un motivo para seguir esperando.

Los abrazo fraternalmente,

 

Hno. Gastón Hernández