«En salida a la periferia como menores» Itinerancia a Haití

En Salida

Una invitación a salir que se repitió durante 74 días y siempre de una manera nueva y por un camino nuevo. Fue una invitación constante a salir al encuentro, un encuentro siempre sorprendente. Uno al comienzo cree que la decisión interior de salir de sÍ, de desinstalarse es la que se toma cuando se asume comenzar el camino, pero siempre se recibe la invitación a comenzar de nuevo, a tomar nuevamente la decisión. Así como a cada momento hay que cargar la mochila para seguir el camino, también hay que dejar la mochila interior, la de nuestros quereres y decisiones, para seguir el camino. Con estos dos movimientos de salida, uno de salida hacia el encuentro con el otro y otra de salida de sí mismo, es como comienza el camino, fecundo y sorprendente.

Este camino lo recorrimos juntos con Mauro Bolpato, un joven de 25 años, recién recibido de ingeniero químico, vive en Alvear pero comparte su vida cristiana en San Rafael, en nuestra parroquia. Esta de novio hace ocho años con Juli una contadora.

De los 74 días, 37 estuvimos viajando y 37 estuvimos compartiendo en distintos lugares, 19 de ellos fueron en Haití, también en Perú, Colombia, Panamá y Chile. En esos días que viajamos hicimos 4 horas de vuelo de Panamá-Haití-Panamá, 18 horas en lancha de Turbo (Colombia)-PuertoCarti (Panamá) – Turbo (Colombia), y a dedo recorrimos 16.180 km.

Pero este movimiento de salida no lo marcaron ni la cantidad de kilómetros ni los medios de transporte, sea avión, lanchas en sus distintas dimensiones y potencias, motos, patrulleros, camionetas, autos, camiones, buses y todo lo que se puedan imaginar. Este movimiento lo marcó la experiencia constante de la providencia, con características amorosas, sorpresivas, esperadas, ansiadas, conocidas, desbordantes. Este movimiento de salida nos llevo a Haití y nos trajo de vuelta. Nos movió a nosotros y a muchos otros. A familias, fraternidades, a creyentes y no tanto, a trabajadores, a indígenas, a bolivianos, peruanos, ecuatorianos, colombianos, panameños, franceses, españoles, canadienses, centroamericanos y demás. Todos salimos de un lado y fuimos conducidos a otro. Todos nos movimos interior y exteriormente. Todos estábamos en un lugar y desde el encuentro, desde la sorpresa, desde la providencia fuimos llevados a otro.

Fue una característica de estos días de camino la suavidad al ser llevados. Cuando hicimos dedo son muy pocas las veces que tuvimos que esperar más de media hora y nunca más de tres horas. Ningún día estuvimos sin desayunar y sin cenar, varios días no almorzamos porque elegimos seguir viajando a parar. Nunca pasamos hambre, aunque siempre estábamos receptivos a compartir algo para comer.

Es mucha la plata que nos ofrecieron en el camino y la que nos dieron cuando la necesitamos. Es más el agradecimiento que les dimos y sentimos todavía en nuestro corazón.

Solo dos veces dormimos fuera y las dos fueron en un clima de lo más agradable, a orillas del Caribe y cuidados por la comunidad indígena GunaYala. Para nada sacrificado. El piso un poco duro, pero no impidió recuperar fuerzas.

Todos los rostros que hubo en esta experiencia de la providencia, tuvieron la característico de lo gratuito, aparecen y se van casi sin dejar rastro, no hay tiempo para reaccionar frente a tanto que se recibe. Y ese no agarrarse de nada, ni de nadie nos da libertad para salir nuevamente al camino.

A la Periferia

A la Periferia Así es como llegamos a Haití. El martes 24 de enero a las 4 pm. Nos esperaban en el aeropuerto el presidente de la fundación de la Santa Cruz de Haití,fr Edgardo Pérez, panameño y el guardián y maestro del postulantado, y frJorge López  salvadoreño. Ambos fueron nuestros hermanos guías a lo largo de toda la experiencia en Haití. Nos recibieron en el postulantado en el mismo Puerto Príncipe. Los 11 postulantes de primero y segundo nos esperaban con cantos de bienvenida al ritmo de sus tambores que hacen sonar magistralmente. A la música la acompañó una cena de festejo de cumpleaños de dos de ellos. La casa está a cuatro cuadras de la Casa de Gobierno por eso goza de luzeléctrica las 24 hs, los de la cuadra siguiente tienen solo 4 hs al día como el resto. Otra de las características es que el agua necesita ser purificada para ser consumida. Gracias a la providencia de Dios en el postulantado tienen todo lo necesario para la purificación y es una de las entradas de la casa, pues venden agua purificada a la gentecomo en tantos lugares. La bondad que tiene esta agua es que esta verdaderamente purificada y a un precio menor.

La Fundación cuenta con tres casas que están en Puerto Príncipe aunque un poco alejadas una de otra y las tres son casa de formación. Postulantado y casa de teólogos en San Alejandro que tiene una casa para niños de la calle hasta los 18 años; Noviciado, en un lugar retirado de la ciudad y,finalmente, los filósofos en una parroquia en La Cruz. Además de los 11 postulantes viven en esa casa dos teólogos y tres profesos solemnes centroamericanos. En el noviciado hay 5 novicios: 3 haitianos y 2 centroamericanos. El guardián es haitiano y los formadores centroamericanos. En La Cruz hay 4 profesos temporales, el guardián es haitiano y hay un canadiense que esta hace 30 años cuando llegaron por primera vez los frailes a la isla y uno del Congo que vino hace más de diez años. Hay, además, 3 profesos temporales haitianos en México estudiando y un frailes sacerdote haitiano en Guatemala. La Fundación tiene diez años y depende de la provincia de Centroamérica.

Respecto a la realidad de Haití es una invitación constante a salir de sí mismo, de lo conocido, de lo que tiene que ser. La Isla tiene 9.000.000 de habitantes de los cuales 5.000.000 viven en la capital. Todo está muy centralizado. La ciudad está totalmente desbordada. Durante las 24 hrs. hay gente en la calle, algunos dicen que en las casas se turnan para dormir. El desborde se experimenta en el ruido constante, en la basura por todos lados, en los medios de transporte. Hay mucha vida. Pero una vida que no es acompañada por el gobierno, en ninguna de las instancias, salud, educación, seguridad, infraestructura. Es un gobierno totalmente ausente. Esto da como resultado un país pobre. No con una pobreza distinta a la que podemos ver en nuestro país o en cualquier otro de América Latina, lo distintivo lo marca que esta pobreza es total. No tiene alternativas de superación ni dentro del país ni fuera, nadie quiere recibir a los haitianos, nadie en el Caribe los quiere recibir, nadie en América, nadie en el mundo. Desde que nacen piensan en poder superarse y eso va acompañado de poder irse. Desde algunos años Chile es una de las pocas posibilidades.  La ausencia del gobierno sumado a que la única posibilidad de progreso esta en el exterior son los que dan a esta pobreza características especiales.

Su idioma es el kreol, la unión de francés con un dialecto africano, ese es el idioma materno, el otro idioma es el francés que es el que se utiliza en la educación y en cualquier instancia oficial. Si bien es un país católico, sus raíces y su corazón practica la religión Vudú, totalmente prohibido por la Iglesia católica como por el gobierno. La religión Vudú tiene como santos más importantes para sus ceremonias a San Francisco de Asís, San Antonio y otros, muchas de ellas comienzan la participación en una misa y luego continúan con sus ritos de mucho canto y bailes en otro lugar. Sus fiestas más importantes son el día de los muertos y el viernes santo. Algo mucho más difícil es el mundo de la magia vudú.

Respecto a la experiencia franciscana es muy fuerte la opción por la formación de los haitianos. Todas las fuerzas están puestas ahí. De parte de los centroamericanos y de los haitianos. Eso es un testimonio muy lindo. Es una expresión de amor por esa cultura, y de encarnación que desafía día a día. Es caminar por lo no conocido. Es formar aprendiendo. La formación es un modo de estar presente en la misión desde el único lugar que no se van a recibir aplausos. Valoré mucho el testimonio de los hermanos en la formación.

Muchos cuando regresé a la Argentina me preguntaronsi una de las dificultades en los haitianos era la castidad, no creo que sea una dificultad distinta a la nuestra. Lo que si los formadores tematizaron fue el desafío de la minoridad. De eso sí hablamos mucho. La minoridad en los haitianos es un don y una dificultad natural.

Es mucho lo que se puede compartir, es mucho lo vivido, en mucho lo que desafía e invita. Creo que la realidad vivida y compartida nos sumerge en la periferia. Haití es el no centro.

Como menores

Como menores El camino nos presenta como necesitados. Somos una Iglesia al borde del camino, necesitada. Esta es una realidad que no se termina cuando para alguien y nos lleva. Es parte del viaje, cuando estamos viajando y compartiendo no somos nosotros los que marcamos la cancha con lo que se va a hablar o hasta donde vamos a ir. Todo eso, que tiene que ver con el poder tomar una decisión, no está en nuestras manos. Nuestra condición de necesitados posibilita un modo de encontrarnos de mucha fecundidad. Esta condición de necesidad hace mucho bien, sorprende, es buena nueva. Al comienzo puede ser que provoque desconfianza. ¡Un cura en la ruta! Es muy raro. Nunca visto. “Nunca recibí en mi casa, en mi auto a alguien así”. Pero paran, muchas veces no sabiendo explicar el por qué. Algo los llevó a parar. Siempre lo dicen: “Nunca paro a nadie”. Y así comienza el encuentro, sin poder responder a ningún parámetro. Y el dialogo permite creer en el otro y también en uno y finalmente en EL.

Y es así que no sólo el camino nos ubica como menores sino también el ser llevados y lo experimentado en el encuentro. De todo nos sentimos testigos pero nunca artífices. El protagonista siempre es otro. Otro decide parar, otro decide hasta donde nos lleva, otro decide si hablar o no, otro es el dueño del lugar. El pedir, con todo lo que mueve en nosotros, siempre nos presenta como menores.

En esta itinerancia en especial, el camino transitado como menores nos permitió compartir la periferia como hermanos. Eso fue muy fuerte en Haití, no sólo porque sentimos nosotros que el camino nos había preparado, sino que nos lo dijeron ellos, lo manifestaron una y otra vez. Sintieron que fuimos por el camino del mismo modo como ellos viven. No tenían problema de compartir lo nuestro, como tampoco de abrirnos su mundo para que nosotros lo hiciéramos nuestro.

Para ellos la itinerancia se presentaba como un desafío de minoridad, no planteado hasta el momento. Una buena nueva. Si hay una riqueza que la itinerancia nos tiene reservada todavía creo que es en el campo de la minoridad.

Hermano Cristián Isla Casares