Encuentro del ministro general y su definitorio con los nuevos ministros provinciales y custodios Roma – Asís

El día 29 de enero 2017 concluyó el encuentro del Ministro General y su Definitorio con los nuevos Ministros provinciales y Custodios. El encuentro, que duró dos semanas, ha sido formativo e informativo. Durante el encuentro se afrontaron diversos temas, tales como: El servicio de la autoridad, la formación para la misión, el Ministro provincial y su Definitorio, el documento y mandatos del Capítulo general 2015, y la economía. Todos los participantes han tenido un diálogo personal con el Ministro general y han podido visitar las Oficinas de la Curia.

Les compartimos la homilía de fr. Michael Perry de la Eucaristía de conclusión de dicho encuentro.

 

HOMILÍA de Fr. Michael Perry, OFM  en la Eucaristía de conclusión, 29 de enero de 2017

 “Por esto te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza” (2 Tim 1,6-7).

 

Queridos Hermanos ministros y Custodios y Hermanos todos de la Curia general,

¡El Señor les dé su paz!

Personalmente encuentro que las Cartas de san Pablo a Timoteo al mismo tiempo cautivan y dan susto. Pablo afronta las luchas pastorales y doctrinales de la Iglesia primitiva, o sea las contradictorias interpretaciones relativas a la identidad y a la misión de Jesús y respecto a la identidad, a las actividades pastorales y a la misión de la Comunidad eclesial de los primeros tiempos. Y además también sabe entrar en el ámbito más personal, en cuanto logra expresar y comunicar el amor, la premura y la preocupación que siente respecto a Timoteo, el cual le es muy cercano; en efecto, fue bautizado por Pablo y lo ha acompañado en dos grandes viajes misioneros.

San Pablo lleva de inmediato nuestra atención al “don de Dios”, expresado a través del encuentro personal con Jesús. Y Jesús, que nos invita a hacernos amigos suyos, a recibir el bautismo y a entrar en el Cuerpo de Cristo, la Iglesia. Sabemos por las otras Cartas que según san Pablo la acogida de la fe y del Bautismo revoluciona nuestra vida, inflamándonos del amor para con Dios, para con nosotros mismos, para con el prójimo y para con toda la creación. “El don de la fe” nos inspira, nos inflama y nos hace capaces de convertirnos en instrumentos de amor, de misericordia y de rectitud y embajadores de reconciliación y de paz.

El don de la fe es transmitido por los miembros del Cuerpo de Cristo, los cuales con su vida dan testimonio de la rectitud viviendo en forma correcta y santa las relaciones recíprocas. Al mismo tiempo existe una relación especial que se instaura entre Jesús y sus apóstoles y discípulos. Esta relación emerge de la Carta a Timoteo donde Pablo presenta la amistad espiritual como forma específica de encarnar las exigencias y las consecuencias de ser discípulos del Señor Jesús resucitado. En la comunidad de los discípulos de Jesús la amistad asume la forma del amor profundo, del respeto total y del cuidado recíproco compartidos por los creyentes. Me atrevo a hacer una referencia a los capítulos 15-17 del Evangelio según Juan, donde Jesús habla del tipo de amistado que se crea al adherir a la fe en él. “El que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de mí ustedes no pueden hacer nada” (Jn 15,5). Tanto para Juan como para Pablo, el fruto de permanecer, de morar en Jesús consiste en volverse amigos con Dios en Jesús y amigos entre nosotros y con toda la creación.

Esta amistad, este habitar en el amor y en la misericordia de Dios, que hace parte del don de la fe, según san Pablo debería definir la naturaleza de la relaciones entre los creyentes que forman la Iglesia, de la relación entre aquellos a quienes se ha confiado el servicio de la autoridad. Pablo está convencido de que el don de la fe, vivido en la amistad, define el modo como los discípulos, o sea todos nosotros debemos ir por el mundo, tratando de construir por todas partes puentes entre todos los pueblos y con la creación. Esto debería ser lo normal para nosotros Hermanos Menores, llamados a estar “sometidos a toda humana criatura por amor de Dios” (Rnb XVI, 7).

Acojamos el don de la fe en nuestra vida. Dejemos que su poder nos transforme y transforme todas nuestras relaciones, nuestro modo de vivir y de testimoniar todo lo que hemos recibido a través de la sangre de la cruz.

 

Fr. Michel A. Perry, OFM

Ministro general y siervo.