Saludo Pascual del Ministro Provincial

Ese no es el final… el Señor ha Resucitado!!!!

Queridos Hermanos/as:

En este día, y ojalá siempre, permítanme rezar con ustedes, reflexionar con ustedes, dejar que el corazón creyente atisbe la esperanza. (1)

 

Evangelio de Juan Cap. 21

  1. Luego nada. El regreso a Galilea y el reinicio de la vida normal. Y ahora una noche vacía de pesca, como tantas veces en otros tiempos. ¿Sería simplemente el vacío la respuesta a su ansia de oportunidad?

Un forastero en la orilla. Una pregunta enigmática y con tono amigo de confianza. Una orden absurda y misteriosa. Y un resultado desproporcionado.

Toda esta escena tenía detrás demasiadas reminiscencias como para no alertar el alma de Pedro, con todo su mundo interior tensionado, mientras luchaba con una red llena hasta romperse.

En ese momento, se le acerca el amigo confidente de todos los últimos sucesos. El de las señas sobreentendidas y de las preguntas en voz baja. Un joven en quien la experiencia aún no había asesinado la esperanza. El que vio y creyó. El que llegó antes, pero respetó precedencias. Este discípulo se le acercó a Pedro y le susurró su descubrimiento: ¡Es el Señor!

El anuncio lo agarró a Pedro sin defensas, pero no sin disponibilidad. Manoteó la ropa y se largó al agua. -¡Ahora o nunca! se dijo-. Quería tener la oportunidad de asegurar su amor al Señor. O quizá, la certeza de que el Señor no le había retirado su confianza.

Ese no es el final…

  1. Podemos llegar a creer que en la noche no hay nada de luz. Sabemos por intuición y por memoria, de la existencia de las cosas, de los árboles, de los pozos del camino. Pero en el momento de la noche, en el tiempo de transición, todas las cosas carecen de realidad y confunden sus formas en esa carencia absoluta de luz.

Es entonces cuando la mirada busca instintivamente el cielo. Porque el hombre lleva metida hasta en su sangre la verdad de la relación entre luz y cielo. Pero hay veces en que el cielo está nublado. Y cuando el cielo está nublado, todo se ve más oscuro. Y sin embargo nuestros ojos rastrean el cielo, tratando de tomarlo al menos como fondo, sobre el que se pueden distinguir las formas borrosas de las cosas…

Y en esa búsqueda de las cosas, con el cielo como trasfondo, poco a poco nuestras pupilas se van dilatando. Se va despertando en nosotros esa capacidad adormecida de percibir la gran luminosidad… de percibir la gran luminosidad difusa en toda noche… Al rato, uno se sorprende del aumento de luz. Y tal vez lo único que ha sucedido, es que ha aumentado nuestra capacidad de percibirla. Y así las cosas van recuperando su concreta realidad, y nosotros la alegría y libertad de movernos entre ellas.

Si esa noche avanza hacia el amanecer, entonces, junto al dilatarse de nuestras pupilas, el horizonte crece también en resplandor, y participamos de la alegría profunda de lo nuevo…

Hermanos/as…ese no es el final… es el Señor!!!!!

Un abrazo a todos/as y cada uno/a, Feliz Pascua!!!!!

Fr Daniel A. Fleitas ofm

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(1) M. Menapace, A. Cencini y A. Yupanqui me ayudaron en estas reflexiones.