Misión Juvenil, Pichanal (Salta). Enero 2023

“La vida y la muerte danzan en este lugar”

Vivencias de la experiencia misionera

Con esas palabras el hermano Elbio nos daba la bienvenida a los misioneros. Palabras que hicieron eco a modo de gestos concretos durante toda nuestra estadía.

Pichanal es tierra de misión, las calles que recorrimos durante este verano ya habían sido caminadas por muchos otros laicos y frailes franciscanos. Esta presencia en la construcción de la comunidad se volvió para nosotros una puerta de entrada. Aunque los rostros sean nuevos, el misionero franciscano es el mismo, las familias nos reconocieron y nos recibieron como a aquellos amigos que no se veían desde largo tiempo: nos invitaron a entrar, sentarnos a su mesa y compartir la vida manifestada en palabra, gesto y risa.

Descubrimos en la comunidad de Pichanal la experiencia de la muerte y el dolor atravesando cada historia, incluso la de los más pequeños. En las esquinas el vacío se hace visible, en la intimidad de los hogares la soledad y la impotencia no se callan; aunque se intentase mirar hacia otro lado, evitar la realidad, la experiencia de la finitud, del límite, se planta con tal fuerza que impide la indiferencia: “Míranos”.

En medio de la sombra la luz se hace lugar. No como un rayo único que atraviesa el firmamento, más bien se asemeja al efecto de la luz del sol que se cuela entre las hojas de los árboles. En cada resquicio que la oscuridad se tuerce, la luminosidad de la vida irrumpe y se hace gesto: se transforma en la generosidad y el trabajo de las mujeres que saben ser motor, sostén y refugio, y en silencio abrazan la vida como viene, pero al mismo tiempo son expresión de una decisión concreta de lucha a tomar acción contra la cara más injusta de la realidad; en la alegría intacta de niñas y niños que entregan abrazos a lo largo del camino; en la sabiduría de las ancianas que guardan y promueven la historia de los suyos, nuestra historia, ñandereko.

La comunidad que traduce su amor en mesa compartida es una realidad que se vive día a día y que la experimentamos cada uno de los que hemos visitado este lugar. Esta comunidad vive en clave de Resurrección. Cada momento de visita a las familias, a los comedores, o durante las actividades compartidas, permitió reconocer rostros concretos y nombres. Se grabaron en nuestro corazón para siempre, con ese sello que el Buen Dios sabe poner.

La misión no ha sido sólo un camino hacia afuera sino también una invitación a la vida fraterna. Desde Mariló, La Teja, Mar del Plata y Puan, supimos convertir en nuestra casa a la escuela donde compartimos estos días, donde se gestaba la misión. Con tareas cotidianas: compartiendo un mate, en la cocina preparando una comida, hirviendo agua, o con una mirada en el silencio, una canción cantada a todo pulmón, la Eucaristía que nos hacía uno en Jesús… Nuestra fraternidad, como hermanos y hermanas, fue un regalo del Buen Dios, presente en cada momento.

Si prestamos atención y nos hallamos disponibles, podremos ser testigos de los signos constantes del amor de Dios en nuestras vidas. Es sutil en los detalles, parece que nos lo dice directo al corazón en un susurro pero con la fuerza de una tormenta. La semana entera ha sido para cada uno una carta de amor personal, de un Padre que no se cansa de salir a nuestro encuentro, de hablarnos en lo secreto de la forma en que solo nosotros podremos entender.

Como cierre de esta semana, una vez terminada la misión, pudimos compartir con nuestros hermanos frailes: Maxi, Juanso, Juampi y Rodri, otro paso en su consagración a Dios en la renovación de sus votos temporales. Con la comunidad que sabe volver fiesta lo más simple, este ha sido otro regalo invaluable. Contemplamos que, finalmente, solo el amor engendra la maravilla.

Misión semilla

Registro de las actividades

En camino…

El grupo misionero estuvo compuesto por personas de las presencias franciscanas de Mariló, La Teja, Mar del Plata y Puan. La comunidad de Buenos Aires y la de Mar del Plata llevaron adelante cuatro encuentros previos a la misión en sus respectivas localidades, compartiendo el último de manera virtual. El objetivo fue ir haciendo camino y comunidad, conocernos con anterioridad, preparar el corazón para el tan esperado encuentro con la presencia franciscana de Pichanal. A su vez, nos dividimos en grupos tales como: niños; jóvenes; mujeres; y tercera edad, con la finalidad de llevar una “bolsa de recursos” que contuviera distintas actividades y espacios específicos para los mismos.

Cada misionero viajó por su cuenta hasta Salta Capital, encontrándonos por primera vez en el Convento Franciscano. Se compartió la primera cena en fraternidad el viernes 20 de enero, y partimos hacia Pichanal (a 350 km de distancia) en colectivo a la mañana siguiente

Llegada…

La llegada estuvo marcada por el calor, las altas temperaturas que indicaban que habíamos llegado a nuestro destino. Sin embargo, era mayor la calidez que caracterizaba el recibimiento por parte de los frailes y de algunos integrantes de la comunidad del primer loteo, que nos dieron la bienvenida con un almuerzo en el Yemboatirenda (salón ubicado al lado de la casa de los frailes). Pronto nos mudamos a la escuela Fray Mamerto Esquiú, lugar que sería nuestra casa por los próximos 8 días de misión. Son pocas las cuadras que separan al colegio del Yembo, pero caminar hasta ahí implicaba atravesar el primer y segundo loteo, llegando a la cuadra donde comienza el tercero. Con el pasar de los días nos daríamos cuenta de que transitar libremente por esas calles es un privilegio que expresa la inmunidad del misionero.

Luego de acomodarnos, recorrimos el tercer loteo. El objetivo que guió a la misión fue hacer foco en esa zona a través de las visitas a casas y de diferentes propuestas, ya que es el loteo que menor actividad misionera recibe. Esta decisión de priorizar la presencia en esa área sorprendió gratamente a sus habitantes.

El recorrido pronto decantó en una concentración en la manzana donde se encuentra ubicada la capilla San José, el espacio Avatirenda y una canchita de fútbol muy concurrida por niños y jóvenes del barrio. El día culminó con una misa compartida en aquella capilla, dando a conocer a la comunidad del tercer loteo la llegada de los misioneros.

Fraternidad, encuentro y misión…

El conjunto de 26 misioneros fue dividido en múltiples binas y en una trina con el objetivo de salir a misionar en pequeños grupos. A cada uno se le asignó una manzana para recorrer y visitar casa por casa. Por la mañana se compartía el desayuno y la oración en fraternidad, dando inicio a la salida misionera. El momento de encuentro era en el almuerzo, con un posterior tiempo de descanso para retomar la salida por la tarde. Al final de la jornada, nos reagrupábamos para compartir la misa o retornábamos al colegio para la cena y la oración de la noche. Si bien se inició la misión con un cronograma tentativo de actividades y horarios pautados, pronto se vio modificado por la realidad de la comunidad y sus tiempos. Además, se realizó una división por día de tareas a cumplir hacia el interior del grupo, para el cuidado del espacio-casa y de la fraternidad.

Se participó del espacio Avatirenda, lugar donde por la tarde Lili y Chabela cocinan pan y preparan la merienda para muchos niños y adolescentes que esperan ansiosos la hora. Se dio una mano en la cocina, compartiendo con las cocineras y quienes se presentaban a ayudarlas. No faltó el juego con los niños, sus rostros de alegría al vernos llegar, sus “¿mañana vienen?” y los abrazos gratuitos. Una de las tantas tardes compartidas se llevó adelante una juegoteca, un espacio de pintura y se reactivó el Tataendi (biblioteca móvil). Tres espacios que fueron recibidos con mucha alegría y anhelo por parte de los niños.

Por otro lado, se compartió un almuerzo con la cacique de la comunidad, Mónica, y Demetria, integrante del Consejo de Ancianos. Algunos misioneros asistieron a una ceremonia llevada adelante por el Consejo, quienes los recibieron con comida, música,  máscaras del Pim Pim y baile. Este encuentro fue símbolo de bienvenida de parte de los ancianos para con los misioneros.

En cuanto a la comunidad de jóvenes y adolescentes, se llevaron adelante dos encuentros a los cuales estuvieron invitados todos los jóvenes de los tres loteos. La realidad juvenil actual propia de Pichanal presenta grandes problemáticas de violencia, drogadicción, olvido y división. Solo con la compañía de los misioneros y de los referentes del retiro Brocherito fue posible que jóvenes del tercer loteo atravesaran el segundo y llegaran al primero sin ser receptores de ningún tipo de violencia. La existencia de distintas bandas acrecienta la división entre los más jóvenes. Las esquinas se vuelven lugar de oscuridad y de muerte.

El primer encuentro se llevó adelante en el Yembo, donde se realizó una compartida general y luego en pequeños grupos entre jóvenes y misioneros. Posteriormente se repartieron unas pizzas. El segundo encuentro surgió espontáneamente a pedido de los jóvenes, quienes preguntaban cuándo nos reuniríamos de nuevo. El lugar fue uno de los salones de Avatirenda, se efectuaron juegos que fueron el punto de apertura para más tarde plantear la pregunta personal “¿Qué desean los jóvenes de Pichanal?”. De esta forma, cada uno fue invitado a escribir en un papel un deseo, un anhelo, o algo que le gustaría que sucediera en su vida. Estos deseos fueron ofrecidos más tarde en la misa de cierre de la misión, como signo de esperanza y de vida de la poco pensada comunidad juvenil. También se realizaron dos partidos de fútbol programados con los jóvenes, además de los compartidos de manera espontánea en la canchita de la esquina de Avatirenda.

Otra de las actividades propuestas por los misioneros, fue la cena compartida con las cocineras del comedor de verano. Teniendo en mente el hecho de la intoxicación masiva reciente, que concluyó en el cierre temporal del comedor, el impacto que tuvo en la comunidad y las fuertes críticas recibidas, se decidió acordar un encuentro con las mujeres, junto al gesto concreto y tierno de prepararles la cena.

Además, en el primer loteo se participó del Tekove Katu, comedor que alimenta a niños de temprana edad, y del CEGUARD, espacio de deportes. Se conoció el proyecto textil, Ñande, y el punto digital Arakuarenda.

Asimismo se compartieron múltiples almuerzos con los hermanos Maxi, Elbio y Guille, quienes conformarán la nueva fraternidad de Pichanal. Así como también, con las referentes Sole, su hija Juli, y Anita, quienes nos brindaron su tiempo y nos contaron sobre los distintos espacios y actividades de la comunidad de La Misión San Francisco.

Por otro lado, nos encontramos con Jocha y Toy, y sus hijos, quienes nos abrieron las puertas de su casa y de su corazón al compartirnos su experiencia de misión y su decisión concreta y firme como matrimonio y familia de irse a vivir a Pichanal. Como respuesta clara al llamado que los convoca de estar cerca y ser parte del cambio de una realidad marcada por la pobreza y la necesidad.

Participamos de las misas en las capillas del primer y tercer loteo, así como también algunos misioneros asistieron a las celebraciones que se realizaron en las casas de distintas personas.

Cierre y partida…

El sábado 28 de enero, último día de misión, se realizó un cierre y una compartida final hacia el interior de la fraternidad, con el propósito de exponer lo experimentado a nivel personal durante los días transitados, los aspectos considerados aciertos y lo que a futuro se podría mejorar, teniendo en mente esta misión como misión semilla.

Por la tarde, se compartió una misa en la capilla San José, lugar que nos recibió al llegar una semana atrás. Se convocó a todas las personas del barrio, con quienes nos habías encontrado en el pasar de los días, y a quien quisiera acercarse. Durante la misma, algunos misioneros pudieron contar un poco de lo que se vivió en la semana y agradecieron a la comunidad que nos recibió. A su vez, los jóvenes del retiro Brocherito hicieron entrega de un regalo para cada uno de los misioneros, como gesto de unión y encuentro. Al terminar la misa, se compartió comida, cantos, bailes, risas y algunas lágrimas.

(Jóvenes de la Casa Hermano Francisco de Mariló)