Algunas notas del viaje a Turquía de Fr Agustín

Del 17 al 27 de diciembre tuve el regalo de poder pasar unos días en Turquía. Han sido para mí un gran regalo en medio de un tiempo de estudio. Si bien me imaginaba algo de lo que me encontraría, no esperaba encontrarme con tanta vida y vida diversa.

Ya la llegada al aeropuerto de Estambul me recibió con una cultura muy distinta, encarnada en los ojos que apenas se veían de las mujeres que hacían la fila para el pasaporte vistiendo las burkas negras junto con sus hijos.

Después de atravesar el enorme aeropuerto me encontré con fr. Adrián que me estaba esperando para ir al convento (Iglesia de Santa María Draperis). Desde ahí fue ya darme cuenta de que estaba en un lugar diferente. La forma de arreglar el precio con el taxista, el idioma, los carteles, todo hacía caer en la cuenta de que estaba en un lugar poco familiar. Se hizo fácil sentirme muy extranjero.

Al día siguiente hicimos una caminata por Istiklal (que es la calle donde está el convento), y recorrimos junto con fr. Adrián algunas iglesias que están por la zona. En pocas cuadras visitamos mucha diversidad religiosa. La iglesia de San Antonio de Padua, iglesia ortodoxa rusa, iglesia ortodoxa griega, patriarcado católico armenio, entre otras. La diversidad es muy concreta. Me sorprendió que en tan poco espacio hubiese tantas expresiones distintas de la fe cristiana, aunque de una visible minoría.

Un encuentro me marcó. Dos cubanos con los que fr. Adrián había entablado una relación luego de que llegaran a la puerta del convento pidiendo ayuda después de una experiencia muy violenta en la frontera griega, ellos nos invitaron a almorzar ya que habían conseguido algún trabajo. Quedé impactado al escuchar sus historias, sus búsquedas, lo crudo de la situación de ser migrantes y por otro lado al hacerme sentir recibido en la mesa, la imagen de los pastores en el pesebre se me hizo presente.

Antes de viajar a Esmirna, pude participar de la misa de exequias que celebraron por fr. Marcelo Cisneros. Un momento muy particular, en el cual intenté tener presentes a todos los hermanos de la provincia. La muerte nos vuelve la pregunta sobre la vida, de cómo la estamos viviendo, agradeciendo, luchando.

Los llamados a la oración que se anuncian durante el día desde las mezquitas son potentes, invaden el espacio. Quiero creer que esto fue lo que lo impactó a Francisco en su tiempo, aunque desconozco si la vivencia del islam era semejante a la de hoy en día. Donde uno pone la mirada se encuentra con algún símbolo islámico, los minaretes se elevan por diversos rincones de la ciudad. Entrar en Santa Sofía (es impactante), fue tocar con la historia de la iglesia bizantina, pero también con el hoy, lo difícil del diálogo, lo simbólico, los sentidos de conservar elementos que ayudan a comprender la historia. Lo que se ve y lo que se oculta (como el mosaico de la virgen con el Niño tras las telas blancas). Ha sido asomarme a todo un mundo que siento apenas conozco pero que es mucho más grande de lo que pensaba.

Luego viajamos a Esmirna con fr. Adrián a la fraternidad en Bornova (Santa María), donde estaban también fr. Felianus, fr. Pascal y fr Pietro con quienes comparte Adrián la fraternidad. Junto con ellos celebramos la navidad. Esmirna fue adentrarme en lo “turco”, desde la comida hasta el lenguaje. Si en Estambul la realidad era más internacional, ya sea por los frailes o el contexto, en Esmirna se sintió con mucha más fuerza lo local. La navidad fue un regalo en su diversidad y sencillez. Una misa en varios idiomas, que buscó hacer que todos tuviéramos, aunque sea un lugarcito. Me sorprendió la presencia en medio de los que participaban de turcos que venían a ver, descubrir, de qué se trataba la navidad.

Otro regalo fue llegar a Éfeso, las ruinas, la biblioteca, la basílica del concilio, Meryem Ana (la “casa” de María), y la iglesia dedicada a San Juan. Fue un día que requirió cierta imaginación para ver entre las ruinas la vida que hubo en otro tiempo, pero al mismo tiempo hacer pie en lugares que si bien hoy tienen banderas de colores distintos tienen que ver con nuestra historia.

Vuelvo con la sensación de que fue mucho para pocos días. Surgen muchas preguntas, y queriendo dejar que estos días se hagan lugar para tener una mirada más amplia de la complejidad del tiempo que vivimos, siento que tengo mucho por aprender. Muy agradecido con fr. Adrián y la fraternidad que me recibieron con tanta generosidad.

Fr. Agustín