Comenzó el Capítulo Extraordinario de los Hermanos en San Rafael

Palabras de apertura del Ministro Provincial

“Hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que deben ofrecer. No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.” (Rm. 12,1-2)

Queridos Hermanos:

Quisiera que comencemos estos días de Capítulo agradeciendo a todos los hermanos y laicos que prestaron su tiempo y creatividad para prepararlo. Agradezco a los hermanos Agustín y Fernando que ayudaron activamente en la elaboración del material que trabajaremos. A Michael por sus aportes. Al definitorio por su disponibilidad y atención. A los laicos que prepararon con responsabilidad los espacios de proposición que vamos recibir.  A nuestro hermano Edgard que nos acompañará desde su experiencia y animación. A todos ustedes que en las distintas zonas y fraternidades fueron aportando discernimiento y reflexión.

  1. El Capítulo Extraordinario. Nuestro Proyecto Provincial
  2. El tiempo del Capítulo es un tiempo privilegiado para los hermanos menores. Así lo entendió Francisco y la historia de la Orden. Es un espacio privilegiado para la escucha y el discernimiento, para recuperar las fuerzas desgastadas por el cansancio de la vida y para animarnos en nuestra búsqueda y fidelidad.

Este Capítulo tiene la “originalidad” de querer buscar juntos nuestro horizonte, nuestro norte; el Proyecto de Vida y Misión que nos entusiasme en la entrega. Es necesario entonces que apelemos nuevamente a nuestra responsabilidad y compromiso. Es muy bueno que nos pongamos en actitud de escucha los unos de los otros. No es una pérdida de tiempo reconocer la voz del Espíritu en nuestras discusiones y pareceres. Aunque parezca obvio decirlo, es fundamental el protagonismo. El Capítulo es un tiempo privilegiado para la participación. Quisiera invitarlos a todos a ser valientes y osados, prudentes y sensatos, auténticos y compasivos. Solo el diálogo nos hace crecer, para lo cual hay que saber escuchar. El primer fruto de ese diálogo es que cada uno se abra a la novedad, a la posibilidad de cambiar su propia opinión gracias a lo que ha escuchado de los demás. Cambiar nuestras convicciones y posiciones, es signo de gran madurez humana y espiritual.

Los invito a que juntos podamos recorrer el camino del reconocer, interpretar y elegir. Somos una Iglesia «con una deuda de escucha», dice el Papa Francisco al Sínodo de los Jóvenes.

  1. El Proyecto Provincial es el documento que delimita lo que queremos hacer y detalla todos los aspectos de nuestra propuesta de hermanos y menores al mundo hoy. El proyecto nos muestra: – la realidad que queremos cambiar, – los objetivos a conseguir, – la metodología, – los plazos de realización, – las actividades a desarrollar, – los recursos, – los resultados que queremos obtener. ¿Y para qué sirve un proyecto? Para ordenar, concretar, comunicar y compartir nuestras propuestas. Es importante porque nos ayuda a reflexionar, a resolver dudas, a aclarar y a madurar las ideas, a definir bien lo que queremos, cómo y cuándo.
  2. Es importante tener una buena propuesta (idea), es decir clara, bien definida; que sea innovadora, diferente a otras propuestas; realista, que esté al alcance de nuestras posibilidades; transformadora, que provoque algún tipo de cambio. Tiene que tener como temas transversales: la implicación de todos los hermanos que son los destinatarios; recoger la diversidad cultural de nuestro entorno; y debe ser factible, posible y a su vez inspirador, utópico.
  3. Quisiera recordarles algunos principios operativos, prácticos, desde los cuales deberemos aplicar los principios inspiracionales para no pecar ni de idealistas ingenuos ni de espiritualistas. Nuestro Proyecto Provincial tiene que ser:

4.1. Realista: todo proyecto comienza con un análisis de la realidad para asumirla: ver dónde estamos; cuál es la realidad humana y sociológica de la Provincia; nuestras fuerzas y debilidades personales y estructurales. Implica también conocer y asumir el nuevo contexto sociocultural y provincial; luces y sombras.

4.2. Encarnado: abrir un futuro nuevo. La Provincia tiene que continuar su dinámica de renovación que nos permita ir creando un modelo de vida franciscana acorde a las nuevas exigencias socioculturales, distinto del inspirado en otras épocas.

4.3. Plural: deberá asumir la realidad plural de la Provincia, tanto en lo que se refiere a sensibilidades, a formas de vida, a tipos tan diversos de fraternidades, de actividades y presencias, como de hermanos y generaciones.

4.4. Dialogal: habrá ciertas tensiones que se resolverán en una negociación que exigirá sus costos, tanto para los mayores como para los más jóvenes, Dios y los intereses del Reino serán los criterios para construir la comunión.

4.5. Justificar los costos: tendremos que ver con entusiasmo lo que somos, lo, que queremos y lo que podemos. Es evidente que dejaremos muchas expectativas abiertas y otras se verán realizadas.

4.6. Procesual: tendremos que discernir el proceso de la Provincia a corto, mediano y largo plazo (de 3 a 6 años), precisamente porque lo más importante es mantener la dinámica de la Provincia en discernimiento permanente.

4.7. Consensuado: que puedan participar todos los hermanos, debe ser para y de la Provincia, tiene que ser el resultado de un discernimiento consensuado en el que hayan participado todos los hermanos, aunque de forma diferenciada.

4.8. Realista: aterrizar en algunos compromisos, no puede quedarse en meros enunciados de altos ideales, de deseos y buenas intenciones, tan frecuente entre nosotros. Por su metodología deberá aterrizar en compromisos concretos alcanzables y realistas que, para lograrlos, deberán concretarse en una estrategia de medios muy precisos y operativos.

  1. ¿Qué se puede esperar y qué no hay que esperar del Proyecto Provincial? Sería ilusorio pensar que el Proyecto Provincial va a resolver todos los problemas de la Provincia. Hay asuntos decisivos cuya solución no está sólo en nuestras manos. Por ejemplo, la falta de vocaciones. Con el fin, pues, de evitar falsas expectativas, así como falsos temores decimos:

5.1. Lo que podríamos esperar del Proyecto Provincial

– Reforzar la dinámica de renovación provincial puesta en marcha en años anteriores en las fraternidades locales y en los secretariados, proyectándola ahora a nivel de Proyecto Provincial.

– Clarificar progresivamente aquellas prioridades que nos ayuden a asumir la realidad cambiante de la Provincia y que nos permitan responder a tiempo con las opciones más adecuadas.

– Ofrecer orientaciones prácticas al gobierno provincial para encarar entre todo el futuro a corto y a medio plazo.

– Una mediación para ver y asumir con lucidez nuestra realidad presente y futura, para ponernos en las manos de Dios al tiempo que hacemos lo que está en nuestras manos para preparar el futuro de nuestra Provincia.

– Un tiempo para ejercitarnos en el discernimiento responsable, experiencia que nos será imprescindible en el futuro, ya que tendremos que vivir en continua respuesta a nuevos retos.

– Una ocasión para despertar responsabilidades en todos los hermanos.

– Una mediación para ayudarnos a comprender y a asumir que habrá que llegar a consensos como única salida para poder tomar decisiones que no van a poder ser del gusto de todas las sensibilidades, lógicamente tan diferentes.

– Una planificación de las presencias, tipos de fraternidades y tareas en el “mapa” provincial.

– Una mediación de discernimiento que nos permitirá determinar lo que conviene potenciar, lo que conviene dejar morir, y lo que conviene crear y arriesgar.

5.2. Lo que no hay que esperar del Proyecto Provincial

– Una solución mágica a los problemas complejos que tiene planteados la Provincia y cuya solución, en buena parte, no está en nuestras manos.

– Una nueva plataforma en la que podamos delegar la solución de los problemas que requieren el esfuerzo de búsqueda y de negociación, de renovación, de entrega y de fidelidad de todos.

– Un programa concreto que diseñe definitivamente un mapa preciso de fraternidades y de obras.

– Un programa de gobierno que sustituya al gobierno provincial.

 

  1. Rasgos de nuestra Identidad

Formación

  1. Tenemos que reconocer, con agradecimiento -por cierto- que, en el campo de la formación, hemos hecho mucho (recordemos la historia). Yo diría que se ha intentado todo. La formación es un asunto sumamente complejo. Pero también hay que decir que no ha cambiado el chip que nos mueve a pensar que formación es la formación “inicial”. Pareciera que con la profesión solemne se acaba el tiempo de discernimiento, de maduración. Cuando tenemos propuestas de formación permanente (¡si es que las tenemos!) hay que remar muy duro para motivar, convencer, animar a participar. Sin embargo, a nadie se le ocurre que la formación de un médico, profesor, mecánico, dure cinco años. El que no está dispuesto a formarse toda la vida está condenado a una vida infeliz y a quedar al margen de la sociedad, del progreso, de la vida. Este es uno de los grandes desafíos que tendremos que enfrentar. El camino de la formación es el camino del Evangelio. El camino de la formación termina en la cruz, con la entrega de la propia vida.
  2. La formación trata de formar hermanos que tengan futuro. Por tanto, debe proveer las herramientas necesarias para ser discípulos y misioneros en nuestros contextos socioculturales. Y, además, un proceso puente, que permita que aquellos que hoy vienen a nosotros, convivan, se hagan hermanos, se asocien a la misión, con hermanos que hoy podrían ser su padres y abuelos, con laicos que participan del carisma y llevan muchas responsabilidades y que, además, sepan situarse en el mundo de hoy sin sentirse ni mejores ni peores, pero con la convicción de que son portadores de un carisma que nos les pertenece, y que consiste en ofrecer a la Iglesia y al mundo un modo especial de seguir a Jesús y de vivir la eclesialidad.
  3. ¿Cómo formar para la fidelidad? ¿Existen algunas claves formativas? En tiempos de cambio, cuando muchos puntos de referencia que parecían inamovibles se conmueven, hay que volver a repensar algunas cosas. Sería muy fácil si la formación fuera el aprendizaje de la Regla, lograr cumplirla lo más posible al pie de la letra, y alcanzar por medio de la observancia la santidad. Antes, la media era ser un buen cumplidor. No estuvimos lejos del fariseísmo. Hoy, posiblemente, estemos en el otro polo, dado que el subjetivismo moderno se lleva muy mal con todas estas cosas. De negar a la persona, incluso cambiándole el nombre, hasta las “facilidades” que hoy tienen los formandos para buscar su realización personal, hay un abismo de diferencias.
  4. No cabe duda que en la formación se juega el futuro; en la formación inicial y en la formación permanente. ¿Qué buscamos en la formación? ¿Para qué formamos? Yo me inclino por dos palabras, conceptos, significaciones: místicos y profetas. Con todo derecho se me puede discutir que ambas palabras se deberían poder decir para todo cristiano. Y es cierto. Es probable que haya otros elementos en nuestra forma de vida que los caractericen o identifiquen. Muchas veces dije y en una anterior carta se los mencionaba, hemos entrado a la VR para buscar a Dios, y lo propio de nuestra forma de vida es el radicalismo evangélico.

Pero a su vez quisiera que estas dos palabras, místicos y profetas, marquen el modo de vida, las actitudes, nuestra forma de estar en el mundo, el compromiso con la historia. Nuestro proyecto de vida y misión tiene que ser el impulso para ser más místicos y profetas.

¿Son los místicos y profetas productos terminales de un proceso de formación? ¿Garantizan las herramientas modernas que tenemos en la formación, el que los jóvenes formandos resulten místicos y profetas? Los interrogantes podrían sumarse. Lo que subyace es la convicción absoluta de que es el Maestro, el Espíritu, el que los puede formar; pero también la convicción muy clara de que algunos procesos y mediaciones pueden facilitar la germinación de esta realidad.

Entiendo nuestra vocación de menores como un camino. Una forma de vida cristiana en la que se intenta reproducir algunas opciones muy significativas del Jesús histórico. La finalidad del proceso formativo es “transfigurar” las personas, para que reflejen con mayor transparencia la presencia viva de Jesús en la historia. Y todo lo que hagamos adquiere valor y sentido en función del reino. Este modo de vida cristiana y el proceso formativo que “inicia” en él, debería llevarnos a experimentar el modo de relación de Jesús con su Padre (Abba), dimensión mística, y el modo de Jesús de comprometerse con la causa del reinado de Dios, dimensión profética

  1. En estos años se ha hecho mucho para sensibilizarnos a la Formación Permanente, teniendo siempre en cuenta la persona del Hermano menor, protagonista del propio crecimiento (I Cap. Ext. “curso de carisma”, Encuentro Provincial sobre la Vida Consagrada; Lecturas de la realidad social, etc.). Creo que hoy es necesario integrar a la dimensión personal y fraterna, una profunda conciencia histórica y social entre nosotros. La recuperación, a muchos niveles, de una visión de la persona en relación nos ofrece la posibilidad de crecer en esta dirección (lo inter), a menos a nivel de intuición.

Es precisamente el cambio de época, en el cual estamos inmersos, el cual vuelve más urgente la confrontación con un proyecto de vida que acompañe el proceso de transformación de la persona en todas las edades de la vida y en el contexto vivo de las múltiples relaciones en la cual se juega el propio destino. Creo que hoy somos más conscientes de no vivir nuestra vocación al margen del camino de la humanidad y de la comunidad de los discípulos de Jesús, sino de ser verdaderamente “peregrinos y forasteros” con los hombres y las mujeres de toda lengua, raza y cultura.

Desde estas convicciones, surgen algunas inquietudes y cuestionamientos:

¿Cómo seguir formando desde nuevos contextos sociales? ¿Qué desafíos formativos nos propone el mundo de hoy? ¿Cómo provocar un cambio de mentalidad? ¿Qué nos dice Mística y Profecía? ¿Cómo lo entendemos? ¿Cómo sería una Provincia mística y profética? ¿Qué decisiones, mediaciones deberíamos ofrecer?

Juventud

  1. ¿Cómo caminar con las nuevas generaciones? Acompañar a los jóvenes exige salir de nuestros propios esquemas pre-confeccionados, encontrándolos allí donde están, adecuándonos a sus tiempos y a sus ritmos; significa también tomarlos en serio en su dificultad para descifrar la realidad en la que viven y para transformar un anuncio recibido en gestos y palabras, en el esfuerzo cotidiano por construir la propia historia y en la búsqueda más o menos consciente de un sentido para sus vidas. Tendremos que seguir aprendiendo del estilo de Jesús, que pasa por los lugares de la vida cotidiana, se detiene sin prisa y, mirando a los hermanos con misericordia, los lleva a encontrarse con Dios Padre.
  2. Todos los jóvenes, sin excepción, son sujetos y no objetos de nuestra Pastoral. Como Provincia hemos querido dar prioridad a esta forma de estar en el mundo, acompañar a las nuevas generaciones. Será necesario entonces volver a disponer todos nuestros esfuerzos para que sigamos creativamente generando nuevos espacios. En lo que respecta a nuestro Colegios, quizás sea el momento (les decía a los RL en julio) de una pastoral educativa para nuestros adolescentes y para nuestros/as exalumno/as, más orgánica, más proyectiva, que abra las posibilidades de pertenencia y servicio.
  3. Todos debemos ser responsables en la tarea de dar lugar a las nuevas generaciones. Necesitamos continuar ofreciendo a las jóvenes, experiencias de crecimiento y de discernimiento realmente significativas. Hay que seguir pensando la tarea de concretizar, coordinar y realizar la pastoral juvenil de modo correcto, coherente y eficaz. ¿Acaso no surgió de los jóvenes la Fundación Franciscana y Asociación Pata Pila? Ellos -los jóvenes- son capaces de dar pasos más simples que nosotros. Habrá que apostar nuevamente por lugares, formas y lenguajes nuevos.

Asimismo, las figuras de referencia son muy importantes. El rol de adultos dignos de confianza, con quienes entrar en alianza positiva, es fundamental en todo camino de maduración humana y de discernimiento vocacional. Se necesitan “frailes en serio”, creyentes con autoridad, con una clara identidad humana, una sólida pertenencia eclesial, una visible cualidad espiritual, una vigorosa pasión pedagógica y una profunda capacidad de discernimiento. A veces, por el contrario, adultos sin preparación e inmaduros tienden a actuar de manera posesiva y manipuladora, creando dependencias negativas, fuertes malestares y graves contra testimonios, que pueden llegar hasta el abuso, nos señala el Sínodo.

Desde estas convicciones, surgen algunas inquietudes y cuestionamientos:

¿Cuáles son los desafíos que nos vienen del mundo juvenil? ¿Qué estructuras habría que cambiar o reformar? ¿Qué puede significar para la Provincia adecuar nuestro lenguaje, nuestras formas? ¿Qué espacios habría que sostener, apoyar y/o acompañar?

Búsqueda misionera

  1. ¿Qué entendemos por misión? ¿Qué sería de nuestra vocación de menores sin el anuncio de Jesucristo, señor de la Historia? A la historia de la Provincia le debemos la búsqueda. Ha sido un empeño histórico la de abrir nuevos caminos de anuncio y de presencia. Sin embargo, nuestros quehaceres “pastorales”, no son más que consecuencias, expresiones que, si no están íntimamente relacionados con la profecía, nos distraen de nosotros mismos. Al separar carisma y mística, nuestra oración se vuelve rutinaria y chatamente cumplidora, y nuestra vida carismática pierde su filo alternativo. El fundamento de nuestro carisma misionero es, definitivamente, la experiencia mística surgida del seguimiento apasionado de Jesús.

Es urgente, entonces, replantear nuestra misión a la luz del testimonio de discípulos. A la par del servicio a la Humanidad y a la Iglesia, cualquier sea su calidad, su eficacia y su urgencia, una clave fundamental de nuestra misión es el “vengan y vean”, o el “cuando los vean que sepan que son cristianos”. Nuestro ministerio es, ante todo, de presencia del Reino. Se trata de revelar la cercanía de ese Reino, escondido misteriosamente en la Historia humana y en las relaciones, y hecho más visible por la presencia de nuestras fraternidades y su testimonio. Esta prioridad implica privilegiar la pastoral del intercambio y de la mesa compartida (lo inter).

  1. En el contexto actual, es oportuno repensar los lugares y modos de nuestras presencias, desde los colegios, parroquias, santuarios y conventos. Por ejemplo: nuestros colegios, escuelas, son lugares del Reino. Lugares privilegiados de una “nueva misión”, de un nuevo anuncio. Nuestra propuesta debe ser ante todo cristiana, franciscana. Una pedagogía sin franciscanismo es un proyecto equivocado. La pastoral en nuestros colegios no es un “buen” anexo.
  2. Un nuevo ministerio de la presencia y una nueva salida misionera. Muchas de las tareas que asumimos en el pasado, como frailes tienen sus apóstoles eficientes y convencidos en otros espacios, y no necesitan de nosotros. No quita que tengamos que estar presentes en estos espacios de otra manera, como testigos específicos de la profecía evangélica; pero quizás sea el momento para saber partir hacia nuevos desafíos.

Como les decía en una anterior carta, es significativa nuestra presencia en medio de los aborígenes del norte como en las barriadas del gran Buenos Aires. Ambas realidades exigen de nosotros una nueva lectura entre la tensión de lo posible y del deseo. Habrá que releer nuestra misión como “servicio” y también como “oportunidad”. No se trata solo de responder a necesidades, sino de abrir espacios de encuentro, escucha, oración y diálogo. La realidad nos desafía, y nadie tiene hoy las respuestas ni las recetas. Pero podemos proponer y ofrecer nuestro carisma como espacios abiertos, como laboratorios para ensayar una Nueva Humanidad a la luz del Evangelio. Es nuestra vocación primitiva la de buscadores de Dios.

  1. Nuestras Fraternidades no son una fortaleza en las cuales defendernos, sino que deberían llegar a ser cada vez más una tienda abierta entre los hombres. Y, sin embargo, percibimos entre nosotros la presencia de una cierta tendencia a permanecer cerrados en nosotros mismos y en nuestras cosas. De aquí la urgencia de asumir, en la fe, una mirada sobre el hombre y el mundo que llegue a ser pasión compartida por el bien de todo lo que es humano, que se haga, en definitiva, servicio al hombre, siempre e incondicionalmente.

Desde estas convicciones, surgen algunas inquietudes y cuestionamientos:

¿Qué entendemos por misión? ¿Qué quisimos decir con búsqueda misionera? ¿Cómo responder a los desafíos que nos presenta nuestra realidad provincial y nuestros compromisos? ¿Cómo abrir nuevos horizontes y proponer?

III. Claves transversales

  1. Signos de estos tiempos

Se está produciendo una notable transformación y hay que acertar a verla. Hay signos de vitalidad de la acción del Espíritu en nuestra Provincia. Se precisa definirlos, verlos, describirlos y hacer de ellos punto de partida de una etapa nueva, de un comenzar de nuevo.

Uno de esos signos, quizá el más radical, es este esfuerzo en el que estamos sumidos ahora para discernir y delinear nuestro Proyecto provincial, como mediación clave para nuestra revitalización.

Lo que está cambiando no es sólo la sustitución de unas mediaciones por otras, como ha ocurrido en otros momentos de nuestra historia. Es el horizonte mismo en el que se inscriben las mediaciones y su sentido lo que se está transformando. De ello tenemos que dar razón y explicación en nuestro Proyecto Provincial. Un Proyecto (una cultura) que encarna una espiritualidad, por eso nos ayudará a aterrizar en una forma de vivir y entender la vida. Una referencia intensa a Dios y desde ahí a lo profundamente humano. El fraile siente nostalgia de Dios y de la fe, y su proceder está marcado por esa nostalgia.

  1. Futuro abierto

¿Cuáles son las previsiones sobre nuestro Proyecto Provincial? No puede faltar esta pregunta. Sabemos que hacer previsiones, sobre todo a largo plazo, es una de las formas más seguras de equivocarse. Además, el futuro es tanto más difícil de prever cuanto más insegura y movediza es la situación desde las que se establecen las previsiones. Pero precisamente en tales situaciones la preocupación por el futuro resulta inevitable.

Hay que obrar, emprender y proponer. El fraile no nace tal, se hace. Se hace en el seno de la fraternidad, de la Iglesia, del mundo y por la encarnación de unas mediaciones necesarias para construir el Reino. Esas mediaciones configuran el proyecto provincial (carismático, cultural, social, político) que tenemos que intuir, describir, asimilar y proponer a nosotros mismos y ofrecer al Pueblo de Dios en camino.

  1. Presente cambiante

Hermanos, el tiempo provincial que vivimos nos anima hacia una nueva transformación.  Es nuestra vida misma la que debe ser entregada para ser renovada en la voluntad del Padre de las misericordias.

Todos sabemos que vivimos en un tiempo misteriosamente cambiante. Todo ha sido sometido a una contundente transformación, fuera y dentro de la vida religiosa. Dentro: desde las imágenes de Dios y la idea de hombre, pasando por los votos, la vida de fraternidad, y la autoridad, hasta la idea de misión. Fuera, el paso de una sociedad de cristiandad a una cultura de la increencia, sociedad de bienestar, implantación del modelo liberal, pluralismo moderno, pérdida de relevancia social de lo religioso, etc…

  1. Fidelidad creativa

Este proceso de cambio sigue hacia adelante como si todo, incluso los mejores logros, estuvieran sometidos al signo de una implacable provisionalidad. Si en el modelo de observancia la norma para garantizar la fidelidad al origen y a la tradición era mantener las cosas como estaban, hoy parece más bien que la única forma de permanecer fieles al origen es vivir en creatividad continua. Habituados a la estabilidad y a la seguridad que ofrecía el modelo de observancia, de pronto nos encontramos ante el desafío de tener que recrear nuestra forma de vida. ¿Cómo llevar a cabo la doble conversión al origen y al tiempo presente y futuro?

  1. Discernimiento fraterno

Tenemos que recuperar uno de los mejores recursos de nuestra tradición para orientarnos en el claroscuro de este desafiante tiempo: el discernimiento. Sin discernimiento nuestras buenas intenciones pueden naufragar en el océano del tiempo presente.

La posibilidad de un proyecto nos mete de lleno en al ámbito del discernimiento. Podremos tender a la tentación de una simple programación. Pero la búsqueda de un proyecto nos concentrará en lo mejor del discernimiento, meternos en discusión, cuestionarnos para crecer. Sin discernimiento no hay proyecto, no hay creación de futuro.

El Proyecto Provincial está llamado a ser un ejercicio de discernimiento. Pero se trata de un discernimiento practicado por toda la fraternidad provincial (¿también los laicos?). Es evidente que esto complica un poco la práctica del discernimiento (sin duda, una de las dificultades de la elaboración del proyecto ha sido la participación activa de los hermanos). Pero prefiero que corramos riesgos a quedarnos cómodos viendo pasar la historia. Sin el protagonismo de todos los hermanos, el que puedan y quieran, el proyecto se verá enviciado en su raíz.

  1. Inculturación y contra-culturalidad

¿Qué pasa hoy? Muchas veces me he preguntado “¿qué nos pasa?” Lo que nos pasa a los frailes tiene que ver con nuestra “cultura”: hasta ella hay que llegar para encontrar las buenas soluciones. No es propia ni exclusiva de la vida consagrada. La causa para mí de lo que nos pasa es que los frailes (consagrados) tuvimos una cultura que sirvió al desarrollo de la Orden (de la Provincia), del empeño misionero, de las obras sociales, educativas, de nuestro talante y forma de vida. Pero hoy constatamos que esa cultura del orden, del esfuerzo, de la eficiencia, de la uniformidad, de la sumisión, de la real incomunicación interpersonal, del culto a la regla, de la perfección, de la separación y distanciamiento, de las renuncias sin opciones, han tocado fondo; no sirve. Por tanto, hay que renovarla, formular otra nueva, transmitirla y multiplicarla de otra manera. Es peligroso dejar y no tomar, arrancar y no plantar, vender y no comprar, destruir y no crear o al menos transformar. Esa cultura tiene que nacer de nuestro carisma y convertirse en expresiones del mismo, tiene que ser su versión actualizada. La única que nos servirá en nuestros días presentes y futuros. Se trata de movilizar el carisma para que al resituarse en un momento fundacional genere una cultura que cree unas expresiones culturales nuevas, originales, urgentes y llenas de vida. El carisma es una vida que engranda otra vida.

  1. Tensión esperanzada

¿Qué viene después de esto? Me preguntaron algunos hermanos. Hay que superar el miedo y mantener la esperanza que se sustenta en la fe y se manifiesta en la caridad. Estoy convencido de que esta situación no es peor que la de otras épocas que tendemos a añorar por tenerlas idealizadas. No quiero dejarme domesticar por la mediocridad, la superficialidad o la mentira, qué difícil es cuando todos bajan no bajar también. Lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa.

Todos coincidíamos en neutras reflexiones el año pasado que vivimos en una época de cambio o cambio de época. Todos estamos experimentando un cambio. Este cambio, si mi hipótesis es correcta, afecta a la comprensión misma de la persona humana y de la cultura en la que está envuelta. La situación de nuestra vocación no se puede aislar de la situación sociocultural que nos rodea. Esta situación es como la de un mundo sin rumbo. También nosotros formamos parte de esta sociedad en transformación en la que vivimos y nos vemos afectados por sus problemas y desafíos. Tendremos que ser puentes en medio de estas rupturas. Falta un saber acertar el camino para seguir y un querer ponerse en condiciones para que ello se dé. Pero hay que acelerar el ritmo para encontrarlo.

  1. Corresponsabilidad adulta y generacional

Mucho hemos dicho sobre nuestras relaciones interpersonales. Sobre nuestras diferencias, sobre nuestras heridas, sobre nuestras riquezas. El mundo de las relaciones interpersonales es muy complejo, como la vida misma.  Hermanos, la comunión que buscamos y deseamos, exige de cada uno, una corresponsabilidad adulta. El discernimiento compartido nos pone a todos en el camino de la pregunta y del reconocimiento. Es necesario apelar a nuestra adultez para implicarnos activamente.

Como decía a los hermanos Under Ten (lo decía también como maestro de postulantes) no podemos pretender aceptar al otro (un desconocido) tan fácilmente. Posiblemente ninguno de nosotros se elegiría fuera de este contexto, existen entre nosotros muchas diferencias de gustos, de carácter, culturas, personalidades, ¿de religión? Y si a esto sumamos la vida vivida, posiblemente mayores razones encontraremos para la distancia. Necesitamos echar mano a ese “plus” necesario que sostiene nuestra permanencia. Estamos juntos por un extraño significado, un sentido que nos invita a la trascendencia. Este sentido es el que hará posible la reconciliación, el diálogo y la comunicación. La comunión es un proceso largo, muy largo.

Nuestra Provincia reúne grupos de épocas y situaciones muy distintas, de edades y tiempos muy distintos. Las relaciones entre las generaciones son un terreno en el que los prejuicios y estereotipos se arraigan con una facilidad proverbial, sin que a menudo ni siquiera nos demos cuenta. Los jóvenes tienen la tentación de considerar a los adultos como anticuados; los adultos tienen la tentación de calificar a los jóvenes como inexpertos, de saber cómo son y sobre todo cómo deberían de ser y de comportarse. Todo esto puede llegar a ser un fuerte obstáculo para el diálogo y el encuentro entre las generaciones. Necesitamos una alianza entre generaciones.

  1. Osada imaginación

Nuestras estructuras. Lo que pretendo es que no quedemos a merced del futuro, sino que estemos dispuestos a configurarlo. Tendremos que descubrir los signos de la revelación de Dios, de su paso por nuestra historia, de su llamada a avanzar en la venida de su Reino.

Una vez más, no se trata de anunciar la desaparición de nada, sino el final de una figura histórica, de una forma de vida envuelta en expresiones culturales distintas. No sólo no está perdido todo, sino que está todo por ganar. Tras el gozo de partir viene el gozo de llegar. Y esta victoria comenzará desde abajo, como levadura en la masa. Hay muchas tendencias buenas entre nosotros presentes en el momento actual. Se trata de descubrirlas. Se necesita poner esqueleto a esta forma de vida cristiana, franciscana, menor.

No son tiempos para la restauración de una institucionalización de la vida religiosa que ha durado ya siglos (Carballo), que ha producido frutos espléndidos, pero que hoy está necesitada de algo nuevo. Ante el desafío que nos interpela, la solución no se puede reducir a arreglos de fachada ni a retoques superficiales. Cuanto más profundas son las transformaciones exigidas, tanto más se requiere de diálogo y colaboración de todos los que estamos implicados en ellas, es decir, de todos nosotros.

  1. Reconfiguración laical

Repensar los rasgos recuperando la esencia laical de nuestra vocación. Es necesario superar con decisión la plaga del clericalismo decía el Papa al Sínodo de los Jóvenes. En el CPO mucho se discutió sobre este concepto, juntos llegábamos a la conclusión que teníamos que recuperar la fuerza de nuestra vocación de hermanos y menores, que muchas veces se identificó por las obras, las responsabilidades o los modos de estar en la Iglesia. Hay una libertad que es necesario recuperar. Una expresión que nos viene por la forma histórica de Francisco y sus hermanos.

El Papa Francisco decía sobre el clericalismo: “surge de una visión elitista y excluyente de la vocación, que interpreta el ministerio recibido como un poder que hay que ejercer más que como un servicio gratuito y generoso que ofrecer; y esto nos lleva a creer que pertenecemos a un grupo que tiene todas las respuestas y no necesita ya escuchar ni aprender nada, o hace como que escucha. El clericalismo es una perversión y es la raíz de muchos males en la Iglesia: debemos pedir humildemente perdón por ellos y, sobre todo, crear las condiciones para no repetirlos” ¡¡¡Excelente provocación!!!

  1. Propuesta integral

Necesitamos un marco referencial. Un marco referencial que nos ayude a clarificarnos, que nos dé nuestro norte. Que nos dé coordenadas históricas y carismáticas; teológicas y también políticas; misioneras y espirituales; litúrgicas y culturales. Es bueno preguntarnos a diferentes niveles por el Proyecto que sustenta y justifica nuestra propuesta. Nuestro Proyecto Provincial es nuestra propuesta al tiempo presente, es nuestra forma de responder a los signos de los tiempos, es nuestro anuncio de un cielo nuevo y una tierra nueva.

29.1. Una propuesta teológica y teologal. Nuestra fraternidad está hecha de hombres (y mujeres) creyentes que piensan la fe. Esta fe da a su creencia un aspecto de contenido, de mensaje y de razonamiento sano, de desarrollo y de formación. En la Iglesia es preciso motivar lo que se cree y se espera. Nuestra vocación está para situar a las personas ante Dios. Detrás de cada una de nuestras acciones y presencias, hay una reflexión sobre Dios y una clara definición religiosa. Sin esto, a nuestra fraternidad, le faltará el fundamento y los puntos de referencia. De la propuesta teológica nacen las respuestas al por qué de la fraternidad, es decir al por qué estamos juntos. ¿Cuál es el sustento y marco teológico de nuestra Provincia?

29.2. Una propuesta espiritual. La fe pasa a la vida y la teología a la praxis. La fe vivida se convierte en una forma de vida en el espíritu, en ejercicio y en praxis, en oración y obras de misericordia, en perdón y alabanza, en reconciliación y gestos de paz. Francisco supo hacer de sus gestos y actitudes una revelación de experiencia de Dios. Supo descender a los cómo sin dejar de evocar los por qué. Supo transformar las grandes verdades de fe en camino espiritual. Necesitamos una espiritualidad provincial coherente con nuestra teología provincial. ¿Cómo identificar nuestra propuesta espiritual?

29.2. Una propuesta pastoral. Una vivencia auténtica de la fe nos lleva a compartirla, a anunciarla, a buscar un camino para transmitirla y si queremos hasta un método. Necesitamos descubrir nuestra original propuesta pastoral, nuestra original forma de anuncio, nuestro curioso método de reconciliación y de paz. Debe nacer de las dos anteriores. Tiene que ser precisa, atinada, exigente y novedosa. No merece la pena quedarse en la nostalgia. Se necesita acertar a cultivar el celo misionero y saber sembrar. Necesitamos lenguajes nuevos, contenidos nuevos, estrategias y hasta destinatarios nuevos.

29.3. Una propuesta celebrativa. Así como la vida se celebra, la f e también. Qué bien lo supo Francisco. Todo lo que acontece debe convertirse en celebración, hasta la hermana muerte. Necesitamos engendrar nuevas formas de celebrar y conectar la vida con la fe y su contenido, con la esperanza. Hay que recuperar la creatividad para alabar, agradecer, interceder, proclamar, pedir perdón. ¿Cuál es el modo propio y original de celebrar que tenemos como Provincia? ¿Qué celebramos y cómo lo hacemos?

29.4. Una propuesta cultural. Es sobre todo una forma de ser personas. El Proyecto es una propuesta de calidad de humanidad cristiana que se basa en la pasión, en la radicalidad y en el diálogo. En contraste profético con muchas manifestaciones de una “cultura de la muerte”, nuestro proyecto se nutre de la pasión por Dios y los hombres, por el mundo y su naturaleza. Creemos en lo bueno de todo lo creado, y apostamos por el encuentro, por la reconciliación, por la verdad, por la justicia.

29.5. Una propuesta sociopolítica. No podemos ser indiferentes al devenir de nuestros pueblos, de nuestros barrios, de nuestra querida Argentina. Participamos activamente de sus búsquedas, y ampliamos los horizontes de discernimiento. Si nuestra fe no tiene implicancias en la realidad sociopolítica se queda a mitad de camino. La fe madura se implica en esa realidad y la transforma. Hoy, San Romero de América es la expresión de un compromiso serio y coherente. Nuestra fe encarnada es garante de libertad. Necesitamos formación y estrategias nuevas para participar seriamente en el momento histórico que nos desafía. No podemos improvisar. Ofrecer alternativas a la realidad actual es indispensable; trabajar por hacerla realidad, es exigente.

 

 

  1. Exhortación

“Y después de esto yo derramaré mi espíritu sobre todos los hombres: sus ancianos tendrán sueños proféticos y sus jóvenes verán visiones” (Joel 3.1)

  1. El proyecto provincial es una mediación que busca poner en pie de discernimiento a toda la fraternidad provincial para responder a los desafíos y posibilidades del momento actual, para recrearse a sí misma, y para proyectar su herencia espiritual a las generaciones del futuro en las mejores condiciones posibles. Por lo tanto, los animo a reaccionar desde una esperanza creyente y creativa para responder a tiempo (no podemos llegar siempre tarde) a la voluntad de Dios, en el tiempo presente, con las posibilidades y recursos que disponemos.
  2. Hermanos: necesitamos pasión y radicalidad. Desde nuestro carisma de hermanos y menores, y con esa pasión y radicalidad, nuestra apuesta principal es por Dios. Por el Dios de los hombres. Así podremos poner levadura nueva en la masa. Comenzaremos así a vivir dentro de las actuales circunstancias históricas lo que proclama el profeta Miqueas: “se te ha indicado, hombre, qué es lo bueno y qué exige de ti el Señor; nada más que practicar la justicia, amar la fidelidad y caminar humildemente con tu Dios”. Esta forma de caminar no necesita tener todo claro, como nos lo recuerda San Juan Crisóstomo de los magos: “Los Magos no se pusieron en camino porque vieron la estrella. Vieron la estrella porque ya estaban en camino”.

Quiero terminar con las palabras de un mártir de la esperanza y de la fuerza de cambio, de la inclusión y de la fe. Creo que estas palabras las necesitamos para optar por caminos nuevos:

“Soñé también que, gracias a la fe,

Nosotros seremos capaces de alejar las tentaciones de la desesperación

Y de arrojar una nueva luz sobre las tinieblas del pesimismo…

Sí, gracias a la fe, seremos capaces de acelerar el día

En que la paz reinará sobre la tierra

Y la buena voluntad de los hombres.

Será un día maravilloso;

Las estrellas de la mañana cantarán juntas

Y los hijos e hijas de dios lanzarán un grito de alegría.

Seguiremos apostando a la utopía…” (Martín Luther King)

Daniel Fleitas ofm

Ministro Provincial

San Rafael, 21 de octubre 2018