09 Abr Mensaje Final Asamblea anual Confar 5 al 8 de Abril 2022
Después de dos años en los que nuestro contacto fue casi exclusivamente a través de las cámaras y las redes sociales, los Superiores/as Mayores de las Ordenes, Institutos y Congregaciones presentes en la Argentina, la Junta de CONFAR, los representantes de las Filiales y Regiones, representantes de Espacios de Animación, los miembros de EIR, de CAEI e invitados especiales, nos hemos encontrado gozosamente en la Asamblea Ordinaria de CONFAR. Nos han acompañado fraternalmente el Obispo presidente de la CEVICO, Mons. Héctor Zordán, M.SS.CC., y el Obispo de Bariloche, Mons. Juan José Chaparro, C.M.F.
La presencia del Nuncio Apostólico en la Argentina, Mons. Miroslaw Adamczyk, nos unió con la Iglesia Universal, Madre atenta, sencilla y acogedora. La tecnología permitió que la presidenta de CLAR, hermana Liliana Franco Echeverri O.N.S. se hiciera presente en la apertura y con ello nos ayudó a tomar conciencia de la sintonía con la Iglesia Latinoamericana y el camino de Sinodalidad que ha comenzado a transitar. Camino del que nos sentimos parte y queremos recorrer. Como un primer ejercicio de esta dinámica, antecedió a la Asamblea, la Junta ampliada con los representantes de Regiones.
Bajo el lema “La escucha desata la travesía”, nos dispusimos, en actitud orante, a recoger la vida, los dolores y esperanzas de estos tres años y a preparar nuestros oídos para disponernos a la escucha. Jesús nos dijo a cada uno y a cada una: ¡Effeta!, y nos preguntamos, ¿qué venimos escuchando? Desde el Congreso de la Vida Consagrada nos llegan los ecos y las intuiciones que ella suscitó: intercongregacionalidad, interculturalidad, itinerancia, ecología integral, invitación a lo sinodal y a asumir la ética del cuidado.
La vida que traemos desde nuestras congregaciones, órdenes e institutos, nos hace escuchar los desafíos de la Iglesia local y del pueblo del que somos parte. Nos escuchamos mutuamente en nuestros dolores y esperanzas. La pandemia nos puso descarnadamente frente a nuestros límites, y se visibilizaron nuestras dificultades vinculares, las crisis de sentido, las autorrefencialidades larvadas, los miedos a la muerte, a los riesgos, a la novedad, los abusos en la vivencia de la autoridad; la muerte de hermanas y hermanos a causa de Covid 19 y también quienes optaron por otros caminos vocacionales. Al mismo tiempo, reconocemos las esperanzas que nos movilizan, aquellas que surgen de nuevas formas de fraternidad y sororidad, que nos llevan a cuidarnos para cuidar, a ensayar nuevas maneras de intercongregacionalidad, de misión compartida, con la certeza de la manifestación de Dios en el dolor y la fragilidad. En medio de todo esto, descubrimos que el pueblo es el faro que nos indica “el hacia dónde” de nuestra vocación consagrada y constatamos que Jesús con rostro pobre, enfermo, anciano, samaritano, ha estado en nuestro caminar.
El paradigma del camino compartido, no es negociable en nuestra búsqueda de vivir en fidelidad. Los hermanos del EIR, nos ayudaron a tomar conciencia de esto en el ejercicio de caminar juntos, que lleva implícito el acompasar el paso, abrir los oídos y destrabar las lenguas, en el complejo y apasionante desafío de mirar juntos el mismo horizonte, reconociendo en nuestros rostros la riqueza multicultural que nos distingue.
Oramos la experiencia de la mujer encorvada de Lucas 13, 10 – 16, y nos sentimos desafiados a abandonar los ensimismamientos que nos mantienen con la mirada hacia abajo, hacia adentro y hacia atrás. Jesús nos libera, nos desata, para elevar la mirada, para ponernos en camino y abrazar la travesía.
El camino supone memoria. Recibimos con corazón agradecido la andadura de la Junta Directiva Nacional saliente y acogemos los desafíos que nos plantean. Este espacio se ha constituido en un nuevo Emaús, donde reconocemos al Señor en nuestra historia, en el partir el pan y en el ardor que suscita su presencia en nuestros corazones.
Profundizamos sobre los retos de la Sinodalidad expresados con fuerza en la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, tomando conciencia, que no cualquier caminar al lado es sinodal y que, no por mucho nombrarlo lo estamos viviendo. Al alba vislumbramos los primeros destellos de la Resurrección, que renuevan nuestra vocación a la vida comunitaria. Y elegimos este camino, sabiendo lo que entraña de Pascua, de ofrenda personal, de dolores superados y de esperanzas colmadas.
En discernimiento de la travesía que iniciamos, hemos elegido la nueva Junta Directiva Nacional que nos animará en este trienio:
Presidenta: INÉS GRESLEBIN, Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, vicepresidentes 1° DANIEL ALEJANDRO FLEITAS, Orden de los Frailes Menores; 2° MARIANA BIGOZZI, Misioneras Diocesanas de M. M. de la Iglesia y como vocales: CYNTHIA FOLQUER Hermanas Dominicas del Santísimo nombre; LUIS RAFAEL VELASCO, Compañía de Jesús ; MARIA INES CASTELLARO, Virgen Niña; PABLO ORDOÑE, Orden de la Merced; LUCIA DE LUCA, Hnas. Terciarias Mercedarias del Niño Jesús; LUIS CONSTANTINO, Oblatos de María Virgen.
Con gran riqueza de carismas y lugares de procedencia, el nuevo equipo nos anima a ser testigos del fuego nuevo en el clarear de la mañana, aprendiendo como vida religiosa, a ser pacientes, a esperarnos, a perdonarnos y acompañarnos, a seguir tejiendo redes vinculares que convoquen a más hermanos y hermanas.
Que las mujeres que fueron primeras apóstoles de la Resurrección junto a María, alienten nuestro anhelo de ser fuegos que encienden otros fuegos en los nuevos contextos donde nos toque servir.
Los participantes de la Asamblea de CONFAR Pilar, 8 de abril de 2022